17.9.07

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En el sueño, besaba tu boca sensual, sentía tus dientes, tu lengua recorriendo mis intimidades. Tu boca en mi boca, y al retirarte parte de tu carne quedaba en mí. En el sueño escupía de mi boca tus restos blandos y muertos, y vos te ibas como si nada hubieses perdido.

¿Porqué buscabas mi beso? ¿Porqué nos escondías para que no nos vea el otro?

Ahhh... pero qué dulce beso.

Vos, el de verdad, nunca me beses. Prefiero recordar aquellos del sueño, tres besos escondidos e inevitables, tres besos acres que dejaban tu carne en mi boca y yo la escupía con naturalidad. Tus restos eran grumos pardos con sabor a tabaco rancio, con ese vinagre intenso de la mañana siguiente a una fiesta alcohólica y bestial. Tus restos también eran pedazos de tu lengua, morados, blandos, viscosos, que se atoraban entre mis dientes; yo los escupía con naturalidad.

Debí guardarlos para exorcizarte, demonio. Tal vez, aunque en largos años te niegue, profundamente deseo conservar tu hostigamiento.

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