24.9.07

11

Ladrón. ¿Cómo se te ocurrió robarme?
Podías tener de mí lo que quiseras, mi voluntad estaba a la deriva de tus deseos y no supiste verlo. En vez de eso, esperaste que me durmiera para llevarte deshonestamente mis palabras. Sólo yo, en mi infinita bondad, puedo perdonarte la mudez en que me hundiste.

Por eso traje esta navaja afilada de silueteada punta y con ella tracé líneas breves como un beso sobre tu piel desnuda. En cada tajo metí un dedo limpio y luego dos, y abrí y abrí hasta formar un lindo bolsillo en el que cabe apenas una moneda de un peso. ¿Para qué más?

Ciento setenta y cinco bolsillos en tu piel cargarán mis pesos, los cargarán fuera de aquí, te dejaré huir con mi dinero como un ladrón nocturno, te dejaré en la calle desnudo con tu cuerpo tajeado en cientos de bolsillos que cargan este tesoro; y para que no pierdas el rumbo te sacaré lo ojos con las uñas de mis pulgares y los ataré uno con otro formando un moño, un moño rojo que bailará suspendido de un alfiler de gancho pinchado sobre tu ombligo, que al fin y al cabo es lo único que siempre te interesó ver. En las cuencas vacías pondré frutillas frescas, que no tienen nada que ver con tu historia pero sí con la mía, y como soy yo quien te rescata en mi texto, me parece justo que lleves alguna marca de mi intimidad en tu patético cuerpecito.

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