17.9.07

3

Cortaré las yemas de los dedos de sus pies con la misma tijera solícita que confecciona bonitos vestidos en los que me meto para que me veas bella. Uno a uno se irán desprendiendo los pequeños remolinos identitarios de tus cándidos dedos de los pies. Tus dedos siempre escondidos. ¿Por qué nunca andabas descalzo? ahora deberás hacerlo, hasta que sanen estas heridas.

Mientras estés en reposo, recuperándote, llevaré mi costura a tu habitación y allí mediré mi cuerpo desnudo, mi cuerpo con su piel blanda y sus redondeces, mi cuerpo con pelos, palidez y marcas, mi cuerpo con años y sin cremas, mi cuerpo mío.

Lo mediré para corroborar ante tus ojos que no se ajusta al canon, y así desnuda recorreré la casa y traeré una mesa y una silla y el costurero. Veintinueve alfileres de cabeza redonda te engalanarán, uno por cada mísero año que cargaste sobre mujeres exangües. Con ellos marcaré profundos surcos sobre la pálida piel de tu pecho, que se irán cargando de rojo en lento teatro oriental. Los hundiré profundamente en tu carne, desoyendo tus súplicas desvalidas, los hundiré donde te marquen pero no te maten, para que sus veintinueve marcas te sean una advertencia.

Yo tampoco olvidaré. Con tus yemas muertas extendidas coseré flores sobre un pañuelo que llevaré siempre conmigo.

No hay comentarios: